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miércoles, 22 de junio de 2011

¿Cuál es el secreto de esas personas capaces de esforzarse por alcanzar una posición social, laboral o académica brillante?





Con toda seguridad se trata de personas con una gran motivación por el logro; es decir, tienen la necesidad de alcanzar el éxito en una situación de competencia. Con frecuencia suelen elegir profesiones en las que se recompensa el logro individual; vendedor, abogado, arquitecto, etc.. 
En nuestra conducta hay motivos que, a diferencia del hambre y el sexo, al parecer no satisfacen una necesidad puramente fisiológica. Si pensamos en nosotros y en los que nos rodean, es evidente que hay gran diversidad de motivaciones que no tienen relación directa con las necesidades primarias. 
Podemos sentirnos motivados para saber algo más de nosotros mismos; por eso consultarnos este libro que tiene usted en sus manos; los millonarios pueden sentirse compulsivamente inclinados a engordar cada vez sus cuentas corrientes; a lo mejor estamos interesados en mejorar nuestro éxito social o bien queremos alcanzar la fama o el poder. Quizás uno de nuestros impulsos principales puede ser la búsqueda de sensaciones y emociones fuertes en una especie de puenting mental general y progresivo. O, por el contrario, puede que estemos fuertemente impulsados al sedentarismo o la intimidad. 
La adquisición de un motivo no tiene nada de misterioso y casi todos los expertos en psicología afirman que el proceso se ajusta a los principios generales del aprendizaje. Algunos deseos se adquieren en virtud del condicionamiento clásico y a partir de impulsos básicos; asociamos el comer a o otros estímulos vinculados con sensaciones gratas de impulsos básicos, asociamos el comer a otros estímulos vinculados con sensaciones gratas que se producen en ese momento, y, así, se convierten en motivación positiva, como aquel plato favorito que nos retrotrae a una infancia feliz y nos impulsa a repetirlo, etc. 

Pero también podemos condicionar nuestros intereses en función del aprendizaje instrumental. Así quizás, al principio uno ordena sus cosas porque recibe elogios o amenazas. Después de practicarlo suficientemente, el orden termina por ser una conducta deseada. 
Es un proceso que se repite siempre en los hábitos y fundamentos de nuestra vida y lo podríamos designar como autonomía funcional de los motivos. Es posible que la conducta adulta obedezca principalmente a motivos que han alcanzado plena autonomía frente a cualquier necesidad de orden fisiológico. He aquí un ejemplo: 
"Un ex marino siente pasión por el mar... Quizás la haya adquirido a consecuencia de su lucha por ganarse la vida y el mar haya sido sólo un estímulo condicionado relacionado con la satisfacción de sus necesidades nutricionales. Pero tal vez ahora el marino sea un acaudalado empresario y haya desaparecido el motivo original. Así todo, su fervor por el mar puede no haber sufrido mema y hasta haberse intensificado al alejarse de las necesidades primarias..."
No está resuelta la pregunta sobre cuáles son las motivaciones sociales o adquiridas que tienen una extensión universal. Si aceptamos que la especie humana es el resultado de un proceso evolutivo cabe plantear que, a pesar de la extensión de las costumbres a través de la difusión de la comunicación y de la tendencia a la homogeneización de las culturas, pueden existir diferencias notables en aspectos tales como la competitividad, el afán de lucro económico, las actitudes morales y otros aspectos influidos por el ambiente.