Los principales síntomas de esta forma de psicosis son delirios (convicciones firmes pero falsas de la realidad), alucinaciones ( como oír voces o ver objetos imaginarios), accesos de violencia, paranoia (la sensación de ser acosado o perseguido) y catatonia (incapacidad para comunicarse y colaborar con los demás). Asimismo, la conversación del esquizofrénico suena disparatada, y sus ideas parecen vagas, confusas, extravagantes e incluso ridículas.
Otro síntoma de esquizofrenia es la falta de iniciativa, lo que a veces ocasiona que el enfermo pierda su empleo y se suma la indolencia. Sus emociones se vuelven impredecibles e incongruentes (como reír ante hechos que normalmente causan tristeza o llorar sin razón aparente).
Los ataques de esquizofrenia pueden durar varias semanas e incluso meses.
Algunas personas sufren uno y no vuelven a padecerlos jamás, pero la norma es que la enfermedad reaparezca a intervalos después de unos lapsos de normalidad. Aun con tratamiento, los síntomas a veces se recrudecen con el paso del tiempo, y en los peores casos se vuelven permanentes.
Además de trastornar física y anímica mente al enfermo, la esquizofrenia causa estragos entre sus familiares y amigos, que a su vez pueden deprimirse o enfermar.